domingo, 17 de abril de 2011

Sicarios japoneses contra delfines


Las únicas excepciones eran las de aquellos que habían perdido la voluntad de vivir y querían “disfrutar” de sus últimos días. De modo que cuando veíamos a un camarada fumar sus propios cigarrillos en vez de cambiarlos por alimentos, ya sabíamos que había renunciado a confiar en su fuerza para seguir adelante y que, una vez perdida la voluntad de vivir, rara vez la recobraba.
Viktor E. Frankl. El hombre en busca de sentido

El documental/película “Operación delfín” o “La cueva” es brutal, descarnada literalmente, y aleccionadora.  Pedagógica. Asalta la pregunta: ¿qué hacer ante ese ecocidio, valga la redundancia, criminal por partida doble? La matanza de delfines por un pueblo japonés de pescadores, Teiji, donde paradójicamente existe un ‘hermoso’ Museo de los delfines. Esta cinta debiera verse en todas nuestras escuelas de educación básica, por lo menos el tercer ciclo de primaria (5º. y  6º. Grados), así como en secundaria, con presencia y explicación del mejor nivel científico por nuestros maestros ponderados, independientemente que les haya gustado o no esa matanza, peor que en el peor rastro subdesarrollado ‘a la mexicana’.
      ¡Barbarie en todos los sentidos! Una escena espeluznante: cómo intenta huir un bebé/delfín herido de muerte, cómo llora, cómo clama por su madre/delfina quien ya está muerta aleteando todavía en una barca hacia el barco/fábrica. Esa carne preservada como “shuzi”, cruda y ‘exquisita’ se da “gratuitamente” a los niños japoneses en su  almuerzo.  Las madres y padres de familia no lo sabían –o fingen no saberlo-, así la consumen. Es relativamente barata ¡¿y sabrosa?! Y sí, queda la imagen del bebé/delfín perseguido, pensé en un niño de escasos cuatro o cinco años de edad que huye de los sicarios “de moda” en México, porque ya vio morir a su madre. ¡Perdón!
      Asombra –y habrá que entenderlo- cómo el representante del gobierno de Japón en las reuniones oficiales de los países que poseen hatos de ballenas o delfines en sus aguas territoriales, practica una dialéctica contundente –porque los ahí reunidos son burócratas noruegos, suecos, estadounidenses, canadienses, ingleses, latinoamericanos, africanos ¡¿y mexicanos?!, quienes jamás han salido ‘a pescar’/ver morir asesinados a ballenatos o delfincitos, inclusive en el vientre de las mamás/ballenas-, para demostrar que los asesinan (¡perdón!, dice “pescan”) porque los delfines “comen muchos peces”.
      Los cineastas/ecologistas, muy más allá de Greenpeace (pequeñosburgueses, mujeres y hombres reunidos en sus sesiones aburridas de contubernio, no quieren saber), sacados a empellones, un ecologista combativo carga (como en nuestro Metro) dos pantallas de TV, espalda y pecho con las imágenes brutales del ecocidio contra delfines y ballenas, quien se cuela al evento y recorre los pasillos.
      La carne de los delfines y otras especies se confunde con pescados contaminados por mercurio y otros químicos, del megadesarrollo japonés que provocan la “Enfermedad de Minamata” (isla japonesa rica en pesca), que da bebés/niños sin cerebro, sin control muscular, ojos abiertos que no ven, orejas deformes que no oyen, hilachitos humanoides. Y aunque los cineastas ecologistas lograron que el gobierno japonés retirara de los desayunos escolares la carne de delfín, los de Minamata siguen naciendo, y todo ello antes del terremoto y tsunami de Fukushima.
“Operación delfín o La Cueva”, ganó el Óscar/2010 al documental. Veala respetado lector antes que la hipocresía y cobardía mexicana del Siglo XXI, por la censura que ya nos alcanza, la saquen de cartelera. Es “La cueva”, mucho más pedagógica e inteligente para nuestros niños y adolescentes que muchas de las imbecilidades ablandacerebros de Disney y Pixar que siguen o anuncian en cartelera, como “clase A” (y doblemente estúpidas, AA).
      Y como de lo que se trata para los respetados lectores cineros de unomásuno, es defender su Derecho a saber, e invitarlos a rescatar su cinefilia auténtica, esa que dijo Chaplin servía para “la búsqueda de la verdad”, les recomiendo también “El hijo de Babilonia”, película kurda del cine de Irak. Bellísima en esos planos de soledad y arena calcinante iraquí. Un poco tramposa porque sólo ‘denuncia’ los cientos de miles de muertos en la Guerra del Golfo, cuando Sadam Hussein invadió Kuwait (asesinados en pocas horas por la máquina infernal de guerra/USA, casi como ahora contra Libia para robarles su petróleo). Maravillosas actuaciones de Ahmed y la “Dada”/abuela. No se la pierda tampoco. ¡De nada!
                                hdelgadoraices@yahoo.com.mx





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